Se trata de un pequeño municipio situado en la Ribera d’Ebre de unos 700 habitantes.
Lo que lo convierte en un pueblo especial es su idílica situación sobre un meandro del Río Ebro que se dirige a su desembocadura y dominado por un castillo templario de origen islámico de mediados del siglo XII.
Allí todavía funciona el Paso de Barca de Miravet, que es último transbordador, barcaza sin motor que sirve para cruzar el río con tu vehículo.
Iglesia vieja
La iglesia se asienta sobre los restos de una anterior mezquita, y se inició su construcción bajo la supervisión de la Orden del Hospital, en el siglo XVI.
Sufrió graves daños durante la guerra del 36, sobre todo durante la conocida Batalla del Ebro, de los que queda constancia su cúpula agujereada por la caída de un misil, aunque en la actualidad el hueco dejado por el mismo se ha tapiado con ladrillos, dejando a la vista la diferente fábrica con respecto al conjunto de la cúpula.
Tras su desconsagración, la iglesia ha pasado a constituir una sala polivalente, utilizada con frecuencia como sala de exposiciones, teniendo, entre otras obras de valor y de forma permanente, exposiciones sobre la historia de Miravet, como son una exposición fotográfica de los días de la guerra civil y otra sobre objetos de la vida cotidiana del pueblo Miravet templario, en la que se pueden contemplar, por ejemplo, cerámica miravetana.
También pueden contemplarse obras de Joaquín Mir, pintor catalán que impresionado por los Paisajes de la villa le dedicó su última etapa pictórica.
El río Ebro a su paso por Miravet
El balcón de Miravet
El balcón de Miravet
Ruta en piragua
Escudo en losange de ángulos rectos: de gules, un río en forma de faja ondada de plata sosteniendo un castillo de plata cerrado se sable y acompañado a la punta de una cruz de Malta (de plata). Al timbre, una corona mural de villa.
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El origen de este pequeño pueblo de la Ribera de Ebro llamado Miravet es íbero. Las excavaciones arqueológicas realizadas en el Castillo corroboran este origen íbero, con los restos de un asentamiento bastante destacado.
La profusión de este tipo de asiento, a lo largo del río, y la situación estratégica de Miravet, tanto desde el punto de vista defensivo como económico, avalan este supuesto. Durante el Imperio Romano, aunque no se han encontrado restos de construcciones, se hace evidente que seguiría siendo un espacio de control y dominio del territorio
Al 715 los sarracenos conquistaron Tortosa y, por tanto, ocuparían la estratégica meseta de Miravet. Seguramente la construcción de un Castillo no se llevaría a cabo hasta el siglo XI con la creación del Reino Taifa de Tortosa cuando se iniciaría la fortificación de la frontera con los condes catalanes.
Con la llegada de los almorávides aumenta el control sobre la población musulmana de Miravet que ya formarían un núcleo de población bajo el control de la fortaleza. Posiblemente sería la época en que se construiría la mezquita y los espacios comunes de la comunidad.
A partir de este periodo el pueblo ya pasaría a ocupar el espacio actual entre el río y el castillo, cogiendo su forma clásica colgando sobre el Ebro. También de esta época en surge la denominación árabe que desarrollaría en el actual nombre de Miravet.
Con la llegada de los templarios en 1153 y la edificación del gran castillo actual el pueblo iría ganando importancia, siendo un punto estratégico a lo largo de siglos y viviendo las numerosas batallas y guerras.
A pesar de la conquista cristiana la población continuó siendo mayoritariamente musulmana manteniendo sus costumbres. La comunidad sarracena se regía con sus propias leyes y costumbres de origen islámico, mantenidas desde la conquista cristiana con la supervisión de los señores cristianos.
La población sarracena de Miravet estaba por encima del 90%, y se encontraba agrupada y controlada a través de la aljama y la universidad.
La aljama era la expresión del colectivo sarraceno encargada de defender sus derechos e intereses, a través de su cadí o alamí y sus jurados, que seguían las leyes marcadas por la tradición islámica de la sunna.
La universidad era el organismo que ejercía la organización política y era el conjunto de todos los habitantes de cualquier religión.
En Miravet ambas instituciones se mezclaban mucho, hecho habitual en los espacios donde domina la comunidad sarracena, ya pesar de la existencia de algunos cristianos son los sarracenos los que controlan la universidad.
El cadí era el jefe político y religioso de la comunidad, que ejercía un control y un cumplimiento de las órdenes divinas; también se le atribuía la administración de la justicia, de esta manera era acompañado por un secretario y el alfaquí, un jurista asesor del cadí, que asistía y elaboraba dictámenes sobre los asuntos en litigio. Todo estaba revestido de un fuerte carácter religioso por el que tenían que velar.
Entre 1.509 y 1.511 los sarracenos de Miravet fueron convertidos al cristianismo, tras las presiones recibidas desde el ámbito real y señorial. El hecho significó el final de la organización municipal islámica, una subordinación al sistema gubernamental establecido en las ordenanzas de la Orden del Hospital y una tributación igualitaria a la de los cristianos.
El sistema municipal se basaría en el baile, que era la máxima autoridad local en los asuntos civiles y criminales de la ciudad; el prior, que ejercía las funciones espirituales de la población, y era el encargado de todos los temas religiosos de los habitantes y de las relaciones directas entre la iglesia de Miravet y la Orden; el escribano o secretario, encargado de levantar actas y dar fe de los acuerdos de los diferentes órganos municipales; el nuncio, que actuaba como alguacil de la población; y los jurados, que eran oficiales de especial relevancia con un campo de actuación dentro del gobierno de la población y la administración de la justicia, y podían controlar pesos y medidas, junto con el alcalde, y realizar establecimientos, bandos y ordenanzas
A pesar de la conversión, los nuevos cristianos, dedos moriscos, continuaron siendo mal vistos por los viejos cristianos y acusados de una falsa conversión, elementos que se vieron agravados con el decreto de expulsión por Felipe III en 1610.
Esto hizo que los moriscos de Ascó, Benissanet y Miravet redactaran un memorial donde pedían no ser expulsados y argumentaban que eran buenos cristianos y cumplían con todos los mandamientos de la iglesia católica.
Sin embargo la expulsión siguió adelante y en el caso de Miravet afectaría 79 casas de un total de 110 hogares. No todos los moriscos de la población fueron expulsados, ya que muchos huirían, se esconde en las montañas, o encontraron refugio en Reus.
El mismo obispo de Tortosa, D. Martín Melo de Ferreira, se quejó de la pérdida de ingresos debido a la expulsión, y permitió que algunos moriscos se quedaran en el territorio bajo su protección, defendiendo así los intereses del poder episcopal.
Gracias a estas discrepancias la repoblación sería rápida. La llegada de nuevos pobladores de espacios próximos iría acompañada del mantenimiento y retorno de parte de la población morisca; así entre 1610 y 1623 se cree que el número de habitantes ya se habría recuperado en torno al 75%.
La carta de población de 1623 no representó un documento por el asentamiento o venida de nuevos pobladores, sino que era una nueva fórmula para fijar las condiciones jurídicas del nuevos y antiguos vecinos, y las condiciones básicas de regulación de tierras y viviendas
Una vez superado este periodo de incertidumbre con el estallido de la Guerra de los Segadores (1640-1652) la población vivirá los estragos de una guerra de gran envergadura, donde la posición privilegiada del castillo llamará la atención de los ejércitos. En 1643 las tropas castellanas asediaron la fortaleza en un famoso asedio que fue superado y considerado un gran éxito por los sublevados catalanes.
Después de un período de crecimiento del estallido de un nuevo conflicto, la Guerra de Sucesión (1700-1714) trajo de nuevo las dificultades y miserias de los enfrentamientos en Miravet. Posteriormente a lo largo del siglo XVIII el pueblo iría recuperando y creciendo de forma continuada gracias al aumento de los cultivos y el comercio. La Guerra de la Independencia (1808-1814) volvía a mostrar la crueldad de los ejércitos y llevado las novedades democráticas de la Francia revolucionaria.
El siglo XIX marcará Miravet con las Guerras Carlistas (1833-1840 / 1846-1849 / 1872-1876), ya que el Ebro catalán con el Maestrazgo serán espacios de gran confluencia carlista. El pueblo y el castillo vivirán los estragos de estos enfrentamientos, con el paso del famoso General Cabrera y hasta que en 1875, cuando el General Martínez Campos bombardeó 24h el castillo hasta que los carlistas se rindieron y ya no volvieron más a la fortaleza.
El crecimiento económico de finales del siglo XIX y principios del XX permitieron que la navegación fuese en aumento, con proyectos faraónicos que nunca se realizaron o que la cerámica miravetana llegara a toda la Península gracias al tren.Tot esto se vería paralizado con el estallido de la Guerra Civil (1936-1939) y el paso de la Batalla del Ebro, que lleva a muchos habitantes a perder sus casas, tierras, familiares o marchar al exilio. Las penurias de la posguerra fueron borrando la navegación tradicional y otros elementos típicos, pero el retorno de la democracia viene permitir una recuperación de la cultura, con las obras del castillo Miravet se convirtió en un referente turístico en la zona gracias a su situación bora del Ebro y la magia que aún conserva.
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